Cada 7 de junio en Argentina se celebra el Día del Periodista, una fecha que no es solo un saludo en redes o una placa en la tele. Es una oportunidad para reflexionar sobre un oficio que, en medio de cambios tecnológicos y sociales, sigue teniendo un peso enorme: el de contar lo que pasa con responsabilidad y compromiso.
La fecha recuerda la fundación de La Gazeta de Buenos Ayres en 1810, el primer periódico patrio dirigido por Mariano Moreno. Desde entonces, el periodismo fue mutando, pero sin perder su esencia: informar, analizar y dar voz a quienes muchas veces no la tienen.
Vértigo es una palabra que grafica estos tiempos, vivimos en una era donde todo es urgente, donde la información vuela a la velocidad de un clic. Antes bastaba con una libreta, un grabador y mucha calle; hoy, el periodista también es editor de video, fotógrafo, diseñador de posteos, y hasta community manager. Las redes sociales cambiaron las reglas del juego: cualquiera puede publicar, pero no cualquiera informa.


En este contexto, el periodista tiene una tarea más compleja: verificar, contrastar fuentes, interpretar contextos y, sobre todo, no caer en la trampa del «todo vale por un clic». Porque la comunicación responsable no es solo una cuestión ética, es una necesidad social. Cuando la desinformación abunda, el rol del periodista se vuelve más valioso que nunca.
El celular se convirtió en una herramienta de trabajo tan valiosa como una sala de redacción. La inteligencia artificial, los podcasts, los streamings, las newsletters y el periodismo de datos son parte del nuevo ecosistema. ¿Significa que la profesión cambió? Sí. ¿Que perdió valor? Todo lo contrario.
Adaptarse a las nuevas tecnologías no es solo una opción: es la única manera de seguir siendo relevantes. Pero la clave no está en la herramienta, sino en cómo se la usa. Una buena historia bien contada sigue teniendo poder, sin importar si llega por radio, YouTube, Instagram o TikTok.
La responsabilidad no pasa de moda
En un mundo donde la desinformación puede viralizarse en segundos, la responsabilidad es el valor que diferencia a un verdadero periodista de alguien que solo repite lo que escucha o publica lo que conviene. Responsabilidad con la verdad, con las fuentes, con el lenguaje, con el impacto de lo que se dice y cómo se dice.
No se trata de ser perfecto, sino de ejercer la profesión con honestidad. Porque detrás de cada nota hay personas que confían, que necesitan entender el mundo, y muchas veces también, esperanzas puestas en una denuncia, una historia bien contada o una pregunta incómoda.
Ser periodista en Argentina es caminar entre la pasión y la presión. Es lidiar con maltrato, costos altos, falta de entendimiento, con jornadas largas, con la necesidad constante de estar informado y con una gran cantidad de competencia «informativa». Pero también es la satisfacción de hacer que una historia llegue a quienes tiene que llegar.
Por eso, en este Día del Periodista, más allá de los saludos, vale reconocer a quienes siguen creyendo en el poder de la palabra, en la necesidad de pensar antes de publicar, y en la magia —sí, magia— de contar la realidad con empatía y verdad.
Feliz día a quienes hacen del periodismo no solo una profesión, sino una forma de estar en el mundo.